Crisis en Chile II: divide et impera

10.12.2019

Por: David Pino-Alonso

Como es común en el mundo antiguo, no podemos tener certezas de quién dijo tal o cual frase ni en qué contexto concreto. Lo que sí sabemos es que, con el devenir de los siglos, divide et impera se ha convertido en un verdadero adagio para muchos políticos y falsos líderes que como siempre recogen frases latinas que suenan bien y que parecen otorgar cierto aire de ilustración como si de un encantamiento mágico se tratase.

Sin importar si el autor de la frase fue Julio César, Filipo de Macedonia o incluso un ciudadano o ciudadana cualquiera (quién podría saber si alguno de estos dirigentes se la escuchó a algún subordinado), lo importante es que nuestros políticos continúan intentando seguir este supuesto principio como se tratara de la clave para mantenerse en el poder.

Sin embargo, como es habitual, la aplicación de estas frases descontextualizadas hace que con el tiempo su significado se desvirtúe y se malentienda. El uso cotidiano actual de la frase tiene hoy dos significados: "rompe la unión de tus subordinados para que no rebelen contra ti" o "delega tus tareas y responsabilidades entre muchos para que colaborativamente construyan la sociedad junto contigo". En el Imperio romano, ambas interpretaciones seguramente funcionaron y cualquier libro de historia lo puede explicar mejor.

¿Pero qué ocurre en Chile? Es una lástima, pero los proyectos de ley con los que el gobierno pretende «restablecer el orden», lo que hacen, es intentar romper la única voz que llevó a marchar a más de dos millones de personas en Chile y el mundo. La separación dualista es lo que tiene: lumpen contra ciudadanos, violentos contra pacíficos, delincuentes contra trabajadores, saqueadores contra pymes son atributos aplicados a la misma población que dicen defender. La condena contra la violencia no puede basarse en la separación semántica de un grupo «infectado» que contamina al resto.

Como miembros de una misma sociedad, deberíamos tener una sola voz. Todos podemos ser lumpen, violentos delincuentes y saqueadores en algún momento o varios de nuestra vida. Y esto no es justificar los métodos violentos, sino comprender que la clave de un mejor gobierno es la «delegación», esa acción que tanto nos cuesta y que muestra el sentido positivo que podría tener actualmente divide, el de distribuir, el que todos seamos parte de la solución y acabemos con las etiquetas separatistas que nos permite categorizar a algunos seres humanos como inferiores.

No estamos en guerra ni luchando contra un «enemigo poderoso», estamos en una sociedad individualista en la que soy feliz si mi entorno también lo está sin importarme el que pasa a mi lado, sin ver al que hemos excluido sin pensar en lo que decimos ni afirmamos. Todo parte de las palabras, pero nada termina en ellas: de la declaración, al acto. Verba prima, facta postera.